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A propósito de Nadal

El pasado domingo, mientras contemplaba orgulloso como Rafa Nadal se deslizaba por el polvo de arcilla parisino para conquistar su decimotercer Roland Garros, mi mente, sin saber muy bien porqué, recordaba una y otra vez que hace apenas un mes un puñado de jóvenes iniciaron en Madrid los exámenes para acceder al cuerpo de Registradores de la Propiedad y Mercantiles. Tras meditarlo unos segundos, tomé conciencia de que la recurrente conexión mental del mito manacorí con el anónimo opositor no era caprichosa. Obedecía a que los dos, jugando partidos distintos, persiguen un mismo objetivo y comparten muchas cualidades, pues en ambos casos sueñan “golpear la bola” con precisión, superar la red y ganar el Grand Slam. Es más, me atrevería a decir que para lograrlo utilizan similares técnicas de preparación, “sudando la camiseta” en espartanos y duros entrenamientos, armándose de paciencia a la espera del momento adecuado y poniendo toda su concentración al servicio de la competición que están disputando. Pero no es nada fácil. En uno y otro supuesto el camino hacia el éxito está jalonado de “lesiones”, de injustos reveses que les hacen tropezar. En ocasiones, el “primer saque” se resiste a entrar y la desmotivación pretende ser protagonista, campando a sus anchas. Es entonces cuando se recurre a la disciplina del genio mallorquín para tratar de asegurar un “segundo servicio” que te permita pelotear desde el fondo de la pista, coger confianza y remontar; en otros momentos, imprevistos “match ball” en contra amenazan con la derrota. Aparecen la presión y el miedo a fracasar, pero también el coraje de Rafa para no dar nada por perdido y luchar hasta la extenuación en pos de la victoria. Tampoco faltan temibles “rivales” que conocen tus debilidades y saben aprovecharlas: la incertidumbre, la soledad e incluso el hastío quieren que pierdas la iniciativa en el juego, que cometas errores y lleguen las inseguridades. En esos instantes, hay que apelar a la fortaleza mental del rey de la tierra batida, conservar la calma y creer en uno mismo. 

A veces, “el circuito” asfixia, te aleja de la realidad y te aísla. Acudes entonces al anclaje que proporcionan la familia y el entrenador. Aquella te arropa con el afecto y cariño que necesitas y éste te prepara con mano firme y guante de seda.

Y es que en una sociedad acostumbrada a forjar ídolos de barro, tan poderosos en apariencia como frágiles en el fondo, en la que la televisión y las redes sociales sacan lo peor de nosotros y encumbran comportamientos frívolos, superficiales y mezquinos es reconfortante disfrutar de una leyenda del tenis y saber que muchos jóvenes lo imitan y luchan día a día por labrarse un porvenir sin más argumento que su afán, talento y sacrificio.

Si, Don Rafael Nadal Perera, más allá de ser el mejor deportista español de todos los tiempos, encarna algunas de las mejores virtudes del ser humano: la constancia y búsqueda incesante de la excelencia, el respeto y la generosidad con los demás en la victoria y en la derrota, la ética del esfuerzo como filosofía de vida...., cualidades todas ellas que debe reunir un opositor de élite si quiere ganar el partido y convertirse en un solvente profesional.

Tenemos el inmenso y legítimo orgullo de contar con un compatriota tan inspirador y desde aquí animo a todos los que persiguen el sueño de aprobar a que se miren en su espejo y lo emulen. Al final, vuestra capacidad, constancia y perseverancia os llevarán, como a él, a morder la copa.

Mientras tanto, apretad los dientes y entonad un ¡VAMOS!.

Carlos Pinilla Peñarrubia, Decano Autonómico en la Región de Murcia del Colegio de Registradores de la Propiedad, Mercantiles y Bienes Muebles de España.

Publicado en el Diario La Verdad el 17 de Octubre de 2020.