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Elogio de la hipoteca. Por María Emilia Adán

Atrapados en una crisis sanitaria sin precedentes causada por el COVID-19, que ha ocasionado la muerte de muchos de nuestros conciudadanos. Inmersos en las graves consecuencias económicas y sociales, me van a disculpar si levanto mi voz para reivindicar la hipoteca. Permítanme que trate de mostrarles su utilidad social, también en tiempos de crisis.

La mayoría de los ciudadanos necesitamos para poder adquirir una vivienda, que las entidades de crédito nos concedan un préstamo, de cuya devolución responden todos nuestros bienes, presentes y futuros, también los de nuestros avalistas. El modelo de crédito inmobiliario, es hoy transparente para el ciudadano, pudiendo acudir directamente, al Registro de Condiciones Generales de la Contratación, para consultarlo, examinándolo con la ayuda de sus asesores.

¿Y cuál es el papel que juega la hipoteca en este proceso? ¿Qué aporta al crédito? Es la garantía real que facilita a los ciudadanos acceder a una vivienda en propiedad. Democratiza la propiedad privada sin que pierda su función social.

A mediados del siglo XIX con la finalidad de ampliar la base social de la propiedad inmobiliaria, se promulgó la Ley Hipotecaria. A partir de ese momento, los ciudadanos pueden acudir al registro de la propiedad, en pie de igualdad, para conocer las cargas y gravámenes existentes sobre los inmuebles, así como saber de modo indubitado quien es su propietario. El código civil dio un paso más en la democratización del conocimiento, luchando contra las cargas ocultas, para lo cual exigió el carácter constitutivo de la inscripción de hipoteca en el registro de la propiedad. Solo existe la hipoteca inscrita. Es una garantía real tanto en su acepción jurídica como en su acepción vulgar, configurándose como una expectativa real de cobro. Genera en el acreedor confianza en la devolución del préstamo a la vez que permite al deudor obtener préstamos a un interés más bajo alargando, asimismo, el periodo de restitución.

La crisis inmobiliaria en la que tantas personas perdieron sus viviendas, vino causada por el impago de los préstamos, debido a la grave situación económica que arrastró a decenas de miles de ciudadanos al paro, privándoles de rentas suficientes para mantener sus compromisos de pago. No fue la constitución de hipotecas la que propició los llamados desahucios, fue la imposibilidad de devolver el crédito o pagar el alquiler por la insolvencia sobrevenida de tantas familias.

Aunque pueda sonar extraño, la hipoteca fue parte de la solución para muchas de estas familias gravemente goleada por la crisis. El código de buenas prácticas establecido en el RDL 6/2012 de 9 de marzo, permitió que se aplazaran los lanzamientos de aquellos deudores de préstamos garantizados por hipotecas sobre vivienda. Y sobre todo permitió que aquellos familiares que habían podido adquirir su propiedad gracias a la hipoteca, les acogieran en sus viviendas, y que los préstamos ya felizmente devueltos con el paso de los años, liberaran parte de las rentas familiares para auxiliarles.

España cuenta con uno de los porcentajes más alto de Europa de propietarios de sus viviendas, y es algo por lo que hemos de congratularnos. Hemos sido capaces de acceder a la propiedad con ahorro y esfuerzo pero también gracias a que los préstamos estaban garantizados con la hipoteca.

Hablar de vivienda es referirse al hogar de las familias, a un ámbito de libertad de la persona. Es derecho a una vivienda digna, es un derecho esencial como señala el art 47 de nuestra Constitución. El ciudadano debe tener a su alcance las posibilidades que le permitan optar en libertad entre el alquiler o la propiedad.

La hipoteca nos permite diferir la devolución del préstamo con amplitud en el tiempo, lo que reduce el importe de sus cuotas propiciando el inicio y desarrollo simultáneo de su vida familiar. Es también un instrumento de ahorro, sin que impida la movilidad profesional. Si tu carrera profesional te obliga a desplazarte a trabajar a otra ciudad o incluso fuera de España, la vivienda adquirida mediante hipoteca genera rentas con las que pagar los gastos de vivienda en el lugar de destino, sin vender la propiedad que posees donde quieres tener tus raíces.

Cuando ya mayor deseas apoyar los proyectos de tus hijos, o decides perseguir tus sueños de emprendedor largamente aplazados, pagado el préstamo inicial, posees una vivienda libre de cargas, y dispuesta a servir de garantía hipotecaria de otro préstamo, con el que seguir llevando las riendas de tu vida.

La vida, no siempre va hacia delante, a veces nos encontramos con inesperadas y dolorosas vueltas atrás. La vivienda en propiedad, además de darte cobijo te permite su explotación parcial, con cuyo rendimiento pasar esas temporadas aciagas.

La hipoteca recupera su papel socialmente importante en la última etapa de tu vida.

La vivienda, tu hogar, te ancla a un entorno en el que has desarrollado tu vida afectiva. Los lazos de amistad con los vecinos, las caras conocidas de tu barrio no necesariamente han de cambiar si tienes una vivienda en propiedad. Si a las pensiones, ya de por si reducidas, les descuentas el importe de un alquiler, quizá no puedas seguir viviendo en tu barrio de siempre. Normalmente cuando adquieres tu vivienda mediante la hipoteca eres joven, eligiendo un barrio nuevo, asequible a tus ingresos iniciales. Cuando te jubilas, ese barrio que ha ido creciendo contigo en servicios ofrece unos altos precios medios de alquiler. La falta de vivienda en propiedad, puede obligarte a cambiar de barrio, iniciando la última etapa de tu vida en un entorno distinto, quizá en soledad, privado de los afectos que te rodeaban cuando más los necesitas.

La vivienda en propiedad, facilitada por la hipoteca, garantiza inicialmente la permanencia en tu entorno afectivo, e incluso lo incrementa, al poder compartir con estudiantes tu espacio y experiencia vital. El alquiler puede no permitírtelo.

De nuevo la hipoteca entra a acompañarte en esta etapa de la vida, la hipoteca inversa, que te proporciona un complemento mensual a la pensión, sin que la devolución del préstamo te apremie al no corresponderte a ti sino a tus herederos si así lo quieren. Y si en este momento vital decides trasladarte a vivir a una residencia, tu vivienda, a través de esta hipoteca, te proveerá de ingresos con los que abonar los gastos de alojamiento sin ser una carga para tus familiares directos que quizá queriendo no puedan apoyarte económicamente.

La crudeza de la situación económica actual incidirá sobre nuestra solvencia y capacidad de pago de nuestras deudas, sea la cuota hipotecaria o sea el alquiler. Conocedores de esta situación, gobierno y entidades de crédito se han unido para facilitar a los ciudadanos el pago de sus deudas hipotecarias, acordando moratorias hipotecarias que mitigarán la dureza económica de los próximos meses.

Reflexionemos lo que una garantía real, de constitución registral, la hipoteca aporta a la libertad y a la dignidad de la persona, aún en situaciones de crisis. Desde la juventud a la vejez la hipoteca es una garantía real al servicio del libre desarrollo de la personalidad.

María Emilia Adán

Decana del Colegio de Registradores de la Propiedad, Mercantiles y de Bienes Muebles de España